XAGAR

Hitz Galduen Topagunea

¿Quién es el enfermo?

La prensa sensacionalista ha aprovechado el último asesinato de ETA para retomar una cantinela con la que hicieron la campaña antiabertzale de 2001, la previa a las elecciones. Esa campaña se basaba en sugerir, o afirmar directamente, cada vez que ETA cometía un atentado, que la sociedad vasca está enferma, es cómplice o aplaude sin rubor unas acciones que abrumadoramente rechaza. El diario El Mundo ha dado muestras en muchas ocasiones de que es capaz de tirar de este argumento para vender unos cuantos periódicos más.

Su “gran hazaña” de ayer fue sacar una foto de los amigos de Uria, descontextualizarla y añadirle el titular “… Pero la partida sigue“, como si el atentado no les hubiera llenado de dolor, como si ellos estuvieran riendo minutos después de su muerte. El fotógrafo no entra en el bar (véanse los cristales reflejados) ni pregunta ni busca el porqué, sólo las cartas y los amigos. Conclusión? Que siga la fiesta. Posiblemente la foto no ha tenido tanta repercusión aquí como en España, donde según me han dicho destacados locutores radiofónicos han dedicado minutos y minutos a decir cosas bastante fuertes de Azpeitia y los vascos en general. Mañana me enteraré por el Cocidito.

En El Mundo, en su edición de hoy, alguien que escribe a diario con el seudónimo Erasmo, y a quien generalmente no hay quien le entienda, firma estas líneas: “Ignacio Uria: de cuerpo presente. Mas ellos, caretos impávidos de trainera, brisca y remo mental. Juegan al tute como si nada. En el Norte, slang coloquial para tapetes verdes, adverbios de lugar en lugar de pronombres demostrativos: aquí sale de copa baja y allí mata de triunfo. Juegan al tute, mas con alma de musolaris. Pasan a grande, pasan a chica, pasan a pares. Pasan de Ignacio. Uria pasaba y ETA mató de tres (tiros)”. También Carlos Iturgaiz resurge firmando un artículo a cuenta de esta foto que contiene párrafos nada despreciables: “Sólo en una sociedad enferma como la vasca ocurren cosas como ésta; sólo en una sociedad como la vasca lo anormal pasa a ser lo normal; sólo en una sociedad como la vasca, atenazada por el miedo y la falta de libertades, por culpa del nacionalismo radical y la complacencia del llamado nacionalismo democrático, algunos justifican lo injustificable. Y la foto de la cuadrilla de Uria jugando a las cartas como si nada hubiera pasado, con el cadáver de su compañero todavía caliente por los balazos de ETA, es el reflejo de las miserias, cobardías e inmoralidades de muchos de los que viven en mi tierra“.

Por supuesto, también se ha preguntado a ciertas víctimas su opinión, a las que a priori podrían defender este argumento, y han afirmado eso de la enfermedad, que la juventud vasca “está podrida“, etc. Otros medios han recogido esa foto para aumentar el octanaje de las palabras empleadas. Alfonso Ussia en La Razón: “«Pero si era de aquí, y de toda la vida»¿ Eso sí se atrevieron a decirlo, como si no ser de allí y de toda la vida justificara los asesinatos. Así está de podrida una buena parte de la sociedad vasca. No se valoraba el hecho terrible del crimen de un hombre honrado y bueno, sino el asombro de que hubiera sido asesinado «siendo de allí y de toda la vida». Y entonces, sus compañeros de partida, hicieron lo que parece que puede considerarse normal en aquellos ambientes. Ignacio Uría no podía jugar esa tarde al tute porque lo habían asesinado. Su cadáver se hallaba a pocos metros de la cafetería, y el silencio de los corderos, la cobardía de los mansos, imperaba en el local“.

Más allá que Ussía va el propio editorial de La Razón: “ Los tres disparos sobre Uría han revuelto el cieno que resposa en el fondo de la sociedad vasca y ha sacado a flote inmundicias que apenas si se aprecian cuando la víctima es ajena al nacionalismo. Una mayoría calla y baja la mirada; sólo una minoría se mantiene erguida, no sin riesgo. Los partidos nacionalistas gobernantes chapotean en la ambigüedad como taberneros que no quieren perder la clientela. ¿Cómo no recordar con bochorno el fiasco de las «mociones éticas» que debían desalojar a los proetarras de los ayuntamientos tras el asesinato del concejal Carrasco? Los pistoleros jamás habrían prosperado si la mayoría de las instituciones políticas, sociales, culturales y religiosas vascas no hubieran fracasado en sus cometidos de vertebrar una sociedad fuerte, libre e indoblegable. En su lugar, han medrado el miedo y la cobardía, cuando no la complicidad“.

Algunos echarán en falta a una de las cabeceras de Vocento, a ABC, que generalmente no precisa de fotos descontextualizadas para afirmar estas cosas: “Pocos minutos después del asesinato de Ignacio Uría, los vecinos ocultaban su rostro o emitían lamentos tan vagos que hacían dudar de si la muerte de este empresario había sido accidental o a tiros; o directamente seguían en sus actividades de ocio como si nada relevante hubiera sucedido. Y, en efecto, esto es lo que aparenta la narcotización de la sociedad vasca ante el terrorismo, que las muertes que causa ETA están ya asimiladas de antemano con un pacto de silencio y de encubrimiento sociales. El problema es que hay una parte de los ciudadanos vascos que está dispuesta a convivir con ETA“.

En ese mismo periódico el 50% de los articulistas escriben sobre la famosa foto, todo un éxito periodístico, destaco a Carlos Herrera: “Azpeitia es hoy la síntesis y el reflejo de la enfermedad moral que asola la sociedad vasca, largamente diagnosticada y denunciada. E incluso asumida. Una parte de los trabajadores de la empresa de Uría, los afiliados al sindicato LAB, la correa de ETA con el mundo laboral vasco, se han negado a manifestarse en protesta por la muerte de su patrón. ¿Qué más podemos esperar? La falta de compromiso, el adocenamiento, la incapacidad para rebelarse, el haber somatizado la muerte como un paisaje más, ese querer seguir con la vida normal como si nada hubiera pasado constituyen los síntomas de una pandemia cruel, pavorosa, casi cómplice. Creer que, por no mirar la gangrena, ésta ya no existe, es el primer paso para padecerla mañana, para ser el nuevo cadáver sobre el adoquinado de las calles. Vendrán a por todos nosotros y nos cogerán jugando al tute o al mus, envidando a chica o contando treinta y uno.

No tengo por qué dudar de la emoción que pudieran sentir los musolaris ante la falta del amigo de todas las tardes, pero sí dudo de la capacidad de percepción del mensaje que transmiten. Ellos, y todos los que se esconden, no quieren entender que nos han lanzado un órdago a muerte a todos, sin ver las cartas: ello supone estar a un paso de perder la partida. Y en el órdago no nos va un puñado de garbanzos y la cuenta de los pacharanes. Primero nos va la vida. Y, antes que la vida, la dignidad, sin la cual es mucho más penoso transitarla“.

Como suele decir Julio Ibarra, “nada nuevo bajo el sol”, todo esto ya nos lo habían dicho antes.